¿Una Educación para qué?… ¿A quién sirve la Educación que tenemos?
Un
humilde aporte a la Consulta Educativa Nacional
César Franco
Rivero
Como docentes y padres siempre soñamos una educación para
nuestros hijos que los formara como seres pensantes, solidarios, creativos y
constructores de nuevos conocimientos para transformar la realidad. Porque
sabíamos y aun sabemos que la realidad que tenemos no es más que el reflejo de
una cultura constituida para formar seres dominados, serviles, reproductores de
conductas, sin pensamiento propio, adoctrinados para consumir lo que el mercado
divulga en sus anuncios publicitarios a través de unos medios creados para
fines comerciales y con el fin político de mantener una clase en el poder. Es
decepcionante saber que, a pesar de tantos esfuerzos realizados durante 14
años, todavía la educación sigue cumpliendo su papel alienante y opresor.
Afortunadamente, mi esposa y yo, por ser docentes
conscientes de esa realidad, hemos emprendido una dura batalla para formar a
nuestros hijos con pensamiento crítico y con recursos cognitivos necesarios
para tomar sus propias decisiones y no dejarse arrastrar por la cultura
dominante de esta sociedad. La lucha es fuerte, enfrentarse a toda la
manipulación y la distorsión mediática no es fácil, cuando el sistema se vale
de recursos basados en operaciones psicológicas para enajenar las mentes con
matrices de opinión alejadas de lo que realmente ocurre y además con una
educación formadora de personas que reproducen el pensamiento dominante en un
sistema de vida que ha contribuido más con la cultura de la muerte y la
devastación que con la conservación de la biodiversidad del planeta.
Para empezar, en nuestra educación la experiencia no es lo
más satisfactoria para los padres, madres y representantes, debido a que la
mayor responsabilidad hacia el aprendizaje la trasladan los profesores y las
profesoras hacia nosotros, cuando recargan de actividades para realizar en casa
a los estudiantes, además de descargar en ellos y ellas la labor pedagógica que
debe asumir el docente. Es tanto así que la exposición de los contenidos la
encomiendan a los y las estudiantes, reduciendo la responsabilidad educativa del
docente a la mínima expresión. En ese sentido, reparten los contenidos para que
sean expuestos por los alumnos y las alumnas sin que medie la intervención
reflexiva del docente, para que se entienda mejor lo expuesto. Esto significa
que la instrucción que se imparte en la instituciones públicas y privadas solamente
se reduce a la repetición de unos conocimientos establecidos sin que exista un
acto reflexivo sobre lo que se ha de aprender, obstaculizando la posibilidad
del aprendizaje de acuerdo a las necesidades e intereses de los educandos, al
resistirse las instituciones educativas a trabajar los contenidos mediante la
realización de proyectos de investigación en el aula o proyectos de
aprendizaje. De tal manera que se niega la oportunidad de formación de un
sujeto reflexivo o crítico de las experiencias vividas, porque los estudiantes no
están aprendiendo integralmente cuando la enseñanza es reducida a ciertos
contenidos y delegada a ellos, por acción ineficiente de los y las docentes,
los cuales también se niegan a sí mismos como sujetos que aprenden. Según
Freire, en su primera carta a quien pretende enseñar “el enseñar no existe sin el aprender y eso incluye al docente quien
enseñando también aprende, pero si no ejerce su labor de enseñar cómo puede
aprender”.
En otro sentido, queremos resaltar la forma conductista y
condicionante como trabajan los docentes en las instituciones educativas,
cuando coartan a los y las estudiantes la posibilidad de descubrir los
conocimientos con actividades experimentales o reflexivas, pues vemos con mucha
preocupación que en pocas áreas hay reflexión sobre los conocimientos o
contenidos establecidos en el programa ni se generan prácticas de laboratorio
de manera científica para que ocurra un proceso de descubrimiento de los
conocimientos. No se realizan actividades de laboratorio en las disciplinas
científicas experimentales como biología, química o física. No hay un
compromiso con lo que se enseña y con lo que se aprende.
Según Freire, “los y
las docentes debemos entender que como preparación del sujeto para aprender,
estudiar es en primer lugar un quehacer crítico, creador, recreador” y un
compromiso ético con el que aprende es el punto de partida para fomentar un
sentido transformador a la vida. En las instituciones educativas no se está
estimulando un espíritu científico y un sentido crítico hacia el conocimiento,
de tal manera que el estudiante establezca una actitud valorativa hacia la
investigación, con lo cual se está cercenando a los estudiantes el derecho a
una formación científica orientada hacia una educación que los prepare para
asumir, por lo menos, con responsabilidad científica sus estudios
universitarios.
No hay enseñanza sin investigación ni investigación sin
enseñanza. Enseñar exige curiosidad. La Ley Orgánica de Educación (LOE-2009) en
su Artículo 14 establece que:
“La educación es un derecho humano y un deber social
fundamental concebida como un proceso de formación integral, gratuita, laica,
inclusiva y de calidad, permanente, continua e interactiva, promueve la
construcción social del conocimiento, la valoración ética y social del trabajo,
y la integralidad y preeminencia de los derechos humanos, la formación de
nuevos republicanos y republicanas para la participación activa, consciente y
solidaria en los procesos de transformación individual y social, consustanciada
con los valores de la identidad nacional, con una visión latinoamericana,
caribeña, indígena, afrodescendiente y universal… La didáctica está centrada en
los procesos que tienen como eje la investigación, la creatividad y la
innovación, lo cual permite adecuar las estrategias, los recursos y la
organización del aula, a partir de la diversidad de intereses y necesidades de
los y las estudiantes.”
Si nos ponemos a reflexionar sobre este artículo de la
LOE nos daremos cuenta que las instituciones educativas están en deuda con lo
establecido en ella, por no decir que la violan flagrantemente.
Queremos llamar también la atención sobre los planes de
evaluación de los docentes. Los cuales generan, en el acto de “evaluación”, la
competencia entre los y las estudiantes en detrimento de los valores de
solidaridad, altruismo y aprendizaje colectivo. Durante toda nuestra formación
como docentes y formadores de docentes hemos entendido que la evaluación forma
parte del proceso de aprendizaje, como lo establece el artículo 44 de la LOE “La evaluación como parte del proceso
educativo, es democrática, participativa, continua, integral, cooperativa,
sistemática, cuali-cuantitativa, diagnóstica, flexible, formativa y acumulativa”,
para evitar que se constituya en una actividad discriminatoria de los sujetos
discentes, en este sentido se proponen las actividades remediales como oportunidades
para que los y las estudiantes logren reconocer sus fallas haciendo un
diagnóstico de la praxis educativa, siempre bajo la orientación acertada de los
y las docentes, los cuales deben incluir en su planificación el debido momento
de esas actividades remediales. Sin embargo, estas actividades se conciben solamente
como simples repeticiones de las evaluaciones que, en la mayoría de los casos,
son simples pruebas escritas o cuestionarios donde el alumno(a) repite sin
reflexionar los contenidos establecidos, no se realizan actividades remediales
de las otras formas de evaluación. En este caso se viola el derecho a una
evaluación democrática, participativa, continua, integral, cooperativa,
sistemática, diagnóstica, flexible, formativa y acumulativa, cuando no se
realizan con propiedad las actividades remediales del proceso educativo. Lo
cual da a entender que hay una deuda muy grande con la formación permanente de
los y las docentes para que puedan cumplir con eficiencia su labor de enseñar.
Enseñar exige seguridad, competencia profesional y
generosidad. Las actividades remediales se consideran en el marco de la
totalidad del proceso educativo y no solamente como un hecho meramente
concebido para corregir un acto de medición de conocimientos, por eso los
educadores y educadoras deben estar conscientes que la evaluación debe:
“apreciar y registrar de manera permanente, mediante
procedimientos científicos, técnicos y humanísticos, el rendimiento
estudiantil, el proceso de apropiación y construcción de los aprendizajes,
tomando en cuenta los factores sociohistóricos, las diferencias individuales y
valorará el desempeño del educador y la educadora y en general, todos los
elementos que constituyen dicho proceso” (LOE. Artículo 44).
Las instituciones educativas son, junto a las familias, las
instituciones del Estado y la ciudadanía en general, formadoras de los
ciudadanos y ciudadanas que se necesitan en el país para el desarrollo soberano
y la convivencia en una cultura de paz, si concebimos la educación como el
mecanismo para:
“Desarrollar
el potencial creativo de cada ser humano para el pleno ejercicio de su
personalidad y ciudadanía, en una sociedad democrática basada en la valoración
ética y social del trabajo liberador y en la participación activa, consciente,
protagónica, responsable ysolidaria, comprometida con los procesos de
transformación social y consustanciada con los principios de soberanía y
autodeterminación de los pueblos, con los valores de la identidad local,
regional, nacional, con una visión indígena, afrodescendiente, latinoamericana,
caribeña y universal.” (LOE, Artículo
15, numeral 1)
Y “Fomentar el respeto a la dignidad de las personas y
la formación transversalizada por valores éticos de tolerancia, justicia,
solidaridad, paz, respeto a los derechos humanos y la no discriminación”. (LOE,
Artículo 15, numeral 4).
Por lo tanto, los
educadores y educadoras debemos ser orientadores de los procesos de formación
ciudadana y generar una relación con los padres y representantes para que se
cumpla el proceso de formación de un sujeto comprometido con la transformación
de la realidad cotidiana en favor de un clima de convivencia en armonía social,
responsable y disciplinado. Nos falta disciplina en casa, en la escuela, en las
calles, en el tránsito y la educación de contribuir con hacer la vida en
sociedad más ordenada y menos anarquizada. Por lo tanto, las instituciones educativas
y el personal que labora en ellas deben abrirse a la participación protagónica
y corresponsable de todos los sujetos implicados en el proceso educativo. Sin
embargo la mayoría de los establecimientos que se dedican a la educación, sean
públicos o privados, solo requieren de la participación de los padres, madres y
representantes cuando necesitan recursos para el funcionamiento.
Enseñar exige
comprender que la educación es una forma de intervención en el mundo. Que una
escuela cerrada a la participación de los sujetos implicados en el proceso
educativo niega las oportunidades de transformación de la realidad que nos
niega como sujetos conscientes. Una escuela prepotente se niega a sí misma como
opción para el desarrollo de una
personalidad que entienda los nuevos tiempos, se forme para afrontar las adversidades
y comprender su papel de generador de conocimientos que colaboren con la
preservación del planeta.
Educar exige
querer bien a los educandos. Enseñar exige disponibilidad para el diálogo. Exige
saber escuchar.
César Franco
Rivero
Educador, agroecólogo,
ambientalista